
Esa noche lo intentó de nuevo, como tantas noches, como tantos años.
Con un marcador negro, de trazo grueso, dibujaba una a una las palabras más hermosas, dolorosas y tristes de su vida.
Los reversos de viejos libretos terminaban siempre chorreados por las lágrimas de la autocompasión. Difícil tarea la del balance especialmente cuando no se tiene el poder de resucitar a los muertos, aunque muchas veces pueda hablar con ellos.
Que importan el éxito, la fama, el reconocimiento. La melancolía derriba todas las corazas y ella era una mujer disfrazada de alegría.
Como tantas noches, el marcador negro se detuvo ante la frase "mi mamá era..."
Del padre hablaba poco y nada tal vez porque nunca le perdonó el que haya sido garante de un pariente por el que perdieron casi todo, incluso el piano de la madre.
Los primeros años, en la casona frente a la plaza Congreso, fueron de verdadera felicidad. Allí mismo sobre la calle Rivadavia, estacionaba el servicio de la confitería los 11 de enero, día de su cumpleaños. Cabra en el horóscopo chino, capricornio en el otro. Pura tierra, puro yang. Los vecinos se arremolinaban a la altura del 1561 para escuchar las orquestas y el " que los cumplas Nelidita, que los cumplas feliz". Los años treinta fueron duros para todos, para los Rotstein también. No eran de los judíos tocados por la varita mágica del comercio. Le hicieron creer que el padre andaba con el camioncito comprando antigüedades, muy tarde descubrió que hacía changa
foto- afiche película
foto- Nelly y su papá
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